sábado, 11 de enero de 2014

LA OLA

Llegar a la ola es lo más difícil, hay que remar sin parar, contra la corriente, contra la voluntad de algo que no quiere ser alcanzado. Se cansan los brazos, se congelan las manos en el agua helada. Cuando la alcanzás lo más jodido es agarrarla como corresponde, pararse en el momento y el lugar justos, sino te puede tirar, revolcarte sin piedad contra el fondo, oscuro y afilado. No es lindo. Si la agarrás bien, te lleva. El viaje es uno de los mejores que vas a tener en tu vida. Te sentís libre. Vivo. Inmenso. Pero siempre tiene un fin, en un momento la ola que te lleva se detiene y te quedás solo, flotando en la corriente, sin nada que te empuje hacia adelante, o hacia atrás, solo vos mismo y tu voluntad de remar. Ese final es inevitable, no lo podés elegir, siempre es el mismo. Lo que si podés elegir es que sea sentado arriba de la tabla, seguro y tranquilo o saliendo desde el fondo desesperado a tomar aire, tosiendo, magullado y asustado. Eso va a depender siempre de como y por donde agarrás la ola.

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